En su creación pictórica, Rosendo Pinacho vive inmerso en los ambientes y los colores de Rufino Tamayo. Si bien la influencia del gran maestro oaxaqueño es inevitable en su tierra natal (y cada artista oaxaqueño debe desarrollar sus creaciones en una lucha constante para superar el modelo tamayesco), Pinacho pinta libremente aprovechando las enseñanzas colorísticas y compositivas de su antecesor. Podría decirse que, como artista, Rosendo Pinacho vive en la continua celebración de las creaciones de Tamayo, sin olvidarse de su propia presencia como artífice.
Por ello, para el pintor nacido en 1972 en la montañosa región de Pochutla, su incursión en el Homenaje a Tamayo resulta a la vez ineludible y sorpresiva, pues con sutiles alusiones “a la manera de Tamayo”, ejecuta una obra sumamente personal en el formato establecido, un semicírculo de tres dimensiones.
Escultor asimismo, Rosendo Pinacho no ha tenido problema en resolver el desafío de pintar un soporte tridimensional. No se ha conformado con intervenir una sola cara, como le marcaba la propuesta inicial; recubrió todas las superficies disponibles partiendo de un mensaje íntimo que recorre la pieza escultórica, el cual puede leerse como un poema: “Diana — Amor — Y llenaré tu vida de — Sensaciones imprevistas”. El título, por si fuera poco, apela a una declaración de principios, si no es que de posiciones vitales. Parece externar: “Así somos, así es imperativo que nos identifiquemos mediante la postulación estética”. Y refrenda su toma de posición mediante la elocuencia silenciosa de las formas, de los colores, de los diseños con que aspira a sintetizar un mundo tumultuoso.
En torno a esa evocación apasionada, el artista ha dispuesto su iconografía personal de elementos marítimos, alusiones al hogar y a la experiencia existencial, con los colores recurrentes en diversas obras de Tamayo. Además, el artífice no se conforma con “simplemente pintar”, es decir, cubrir con pigmentos las superficies, sino que añade cargas matéricas a la superficie elaborada con polímeros. Pinacho refrenda así sus investigaciones como escultor, que le han permitido llevar su arte a soportes discrepantes, como embarcaciones y otras estructuras.
Ante una exigencia que se formula con un elemento iconográfico constante en su obra —la referencia a las sandías—, el artista no se conforma con reiterar el camino ya transitado. Explora la manera de volver a un punto de partida atravesando rutas diversas, se encamina por senderos infrecuentes, a fin de hallar la ruta propia que lo conduzca al destino común: la celebración de un imprescindible hito estético.
En su pieza para el Homenaje a Tamayo, Pinacho aplica las preocupaciones compositivas que rigen su pintura, las extiende con soltura sobre un soporte tridimensional, convierte una inequívoca señal amorosa en el leit-motiv para una pieza novedosa… Es decir, ejerce con soberana determinación su oficio artístico, con el cual resuelve el reto de reconfigurar el homenaje, pues él ofrece incansablemente, en cada obra suya, su ofrenda estilística a una figura que tutela el arte del mundo: Rufino Tamayo.
– Jorge Pech Casanova