Eddie Martínez nació en San Francisco del Mar ‒ tierra huave, “pueblo de agua y viento”, suelen decir, Ikoots, como mejor se autodefinen‒, pinta con seguridad y frenesí. Pinta animales y objetos. Mira el color desde otro lado. En las salinas no hay colores, solo tonalidades.
Le llamo pintor sin reparo porque es evidente que no quiere complacer a nadie. También se percibe en sus trazos que sabe lo que hace. Eddie sabe que su trabajo es difícil. De factura y de observación.
A veces a este tipo de “amabilidad complicada” se le conoce como “pintura para pintores”. Él es un pintor para sí mismo. Lanza mensajes, pero no para nosotros, ¿para él? Seguramente, aunque tal vez también para sus ancestros, quizás también para la gente de la costa istmeña, la de la sal, la del mar.
En el video que da cuenta del proceso creativo que Martínez vivió para construir la pieza con la cual habría de participar en el homenaje a Tamayo y que, luego, generoso nos compartió, era ya manifiesto su entusiasmo por pintar la sandía con la que habría de homenajear al maestro.
Parado frente a su pieza, recuerdo el día en que inauguramos la exposición para festejar al maestro en la plaza más significativa de Oaxaca, la de La Danza, frente al Ayuntamiento de la Ciudad capital del estado. Ahora, aquí, en la hermosa calle de Gurrión, a un costado del templo de santo Domingo, ambientado por el canto de gorriones y turpiales, estoy viendo un caballo, un gato, frutas, objetos y geometría. De hecho, veo dos geometrías. La evidente en la sandía, las elipses, el paracaídas y el paraguas. La oculta, principalmente en la composición elíptica y los triángulos múltiples (que aparecen unos más evidentes que otros). La sandía es un triángulo que sonríe.
Mirando la pieza, mi ojo entra al cuadro por la sandía (el rojo es el que se percibe antes que los demás colores). Lo aguzado de su forma me lleva a la elipse, las líneas curvas del cabello del personaje embonan perfecto con las patas curvas del caballo; mi ojo no puede más que girar hacia abajo, apoyado por la curva del frutero y del vientre del gato que brinca a las diagonales de su pata. Mi ojo no puede detenerse. La cola .es parte de la elipse que me impulsa a las otras formas aguzadas, esta vez a la izquierda cuyas puntas van formando otra curva que pasa por ojos y nariz. La curva más feliz es la elíptica porque termina en los labios. Labios rojos.
No es gratuito recordar que fue alumno de la primera generación del taller que lidereaba el maestro Roberto Donis, aunque tutelada muy de cerca por Tamayo. De ahí asimiló las bases para crear un lenguaje y una paleta totalmente propias. Tan propias que al observar su obra apenas y se le reconoce en la línea de la “pintura oaxaqueña” en la que se cataloga a él y sus colegas quienes pertenecen a dicha generación. Su pintura es oaxaqueña, pero no tanto, así como los huaves son oaxaqueños, pero a su modo.
Sí, alcanzo a ver la influencia de Tamayo en su obra. Cuando un pintor admira a otro, adquiere cierta influencia. El ojo educado lo percibe.
En el medio académico suele hablarse del concepto, composición y paleta. No de tema y color. Al acercarnos a la terminología, nos acercamos también al homenaje que Martínez hace a Tamayo.
En la imaginería de Tamayo abundan caballos, perros, jaguares, personajes, cabezas instrumentos musicales y, obvio, sandías. Muchas sandías. Pero existen dos elementos «no visibles o evidentes» que Eddie asimiló, no creo que por sus estudios sino por pura influencia: las atmósferas y la geometría oculta.
Estoy frente a una obra de Tamayo. La elipse es un círculo achatado. «Las órbitas que describen los astros en su trayectoria son elipses».
Ven, párate junto a mí a mirar, a gozar. Un punto es la marca o huella más pequeña, casi sin dimensiones, que percibimos. La línea es la consecuencia de esos puntos. Donde termina una línea también hay un punto. Te invito a observar más a fondo cualquier obra de nuestro querido maestro. Entrecierra un poco los ojos y podrás ver algunos puntos que es donde termina cada una de las líneas. ¿Ves que divertido? Tus ojos empiezan a girar con feliz movimiento. Así es como se mueven las imágenes en una pintura.
La paleta de color
Cada pintor se va haciendo de una paleta personal. Esto tiene que ver con muchos estímulos. En lo personal creo que una notoria parte está basada en los recuerdos que el artista guarda desde sí y para sí, sobre todo los recuerdos que tienen que ver con la infancia. «Recogía una piedrita verde, la metía a mi boca, me sabía a caramelo de limón. Recogía una anaranjada… y así».
La paleta de Eddie se caracteriza por su sobriedad. Es mate. Hay que alterar el óleo con evidente maestría para lograr ese acabado.
La maestría se logra a base de muchas horas de taller, dedicación, disciplina, trabajo, sacrificio, responsabilidad y sentido común. Requisitos que el maestro Eddie Martínez ha desarrollado sin ambages.
– Desde el taller de un colega que te estima
Sí, alcanzo a ver la influencia de Tamayo en su obra. Cuando un pintor admira a otro, adquiere cierta influencia. El ojo educado lo percibe.
En el medio académico suele hablarse del concepto, composición y paleta. No de tema y color. Al acercarnos a la terminología, nos acercamos también al homenaje que Martínez hace a Tamayo.
En la imaginería de Tamayo abundan caballos, perros, jaguares, personajes, cabezas instrumentos musicales y, obvio, sandías. Muchas sandías. Pero existen dos elementos «no visibles o evidentes» que Eddie asimiló, no creo que por sus estudios sino por pura influencia: las atmósferas y la geometría oculta.
Estoy frente a una obra de Tamayo. La elipse es un círculo achatado. «Las órbitas que describen los astros en su trayectoria son elipses».
Ven, párate junto a mí a mirar, a gozar. Un punto es la marca o huella más pequeña, casi sin dimensiones, que percibimos. La línea es la consecuencia de esos puntos. Donde termina una línea también hay un punto. Te invito a observar más a fondo cualquier obra de nuestro querido maestro. Entrecierra un poco los ojos y podrás ver algunos puntos que es donde termina cada una de las líneas. ¿Ves que divertido? Tus ojos empiezan a girar con feliz movimiento. Así es como se mueven las imágenes en una pintura.
La paleta de color
Cada pintor se va haciendo de una paleta personal. Esto tiene que ver con muchos estímulos. En lo personal creo que una notoria parte está basada en los recuerdos que el artista guarda desde sí y para sí, sobre todo los recuerdos que tienen que ver con la infancia. «Recogía una piedrita verde, la metía a mi boca, me sabía a caramelo de limón. Recogía una anaranjada… y así».
La paleta de Eddie se caracteriza por su sobriedad. Es mate. Hay que alterar el óleo con evidente maestría para lograr ese acabado.
La maestría se logra a base de muchas horas de taller, dedicación, disciplina, trabajo, sacrificio, responsabilidad y sentido común. Requisitos que el maestro Eddie Martínez ha desarrollado sin ambages.
– Desde el taller de un colega que te estima